El ciudadano atento
El maestro se jubila
Dr. Luis Muñoz Fernández
Lo conocí en 1987, durante la entrevista que me hizo como candidato a residente de patología en el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán. De ese entrevista sólo recuerdo una cosa: me preguntó en qué parte de España había nacido. Cuando le respondí que en Cataluña, me dijo: ¡Ah, la parte culta de España!
Tras 50 años de trabajo muy fecundo, diez en la Unidad de Patología del Hospital General de México Dr. Eduardo Liceaga y cuarenta en la Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, treinta de los cuales (1984-2014) fue el jefe del Departamento de Patología, el doctor Arturo Ángeles Ángeles ha decidido jubilarse a partir del primero de marzo de este 2025.
Cuando dejó la jefatura en 2014, sus alumnos le hicimos un sencillo homenaje en el que se me pidió que le dirigiese unas palabras. Con esto inicié:
“¡Qué difícil es resumir la vida de un hombre! Lo es porque sólo conocemos de él lo que asoma, lo que nos deja ver, lo que dice o escribe, lo que nos hace sentir, lo que nos enseña y poco más. ¿Qué piensa en realidad, qué sentimientos abriga en su corazón? Lo ignoramos casi todo y, sin embargo, más que escudriñar en las entrañas del personaje, tal vez sea más aconsejable evocar las resonancias que el maestro ha dejado impresas en nuestra propia alma”.
Cuando hice la especialidad de patología, el doctor Ángeles encabezaba un equipo de patólogos de los que aprendí no sólo los conocimientos esenciales para ejercer mi profesión, sino también una forma de ser patólogo y vivir la patología. Con el transcurrir de los años, también aprendí de él que cuando uno se vuelve discípulo de un verdadero maestro sucede lo que con los padres: se establece una relación que no termina mientras se vive. El verdadero maestro, como el alma mater, siempre está ahí y, por más tiempo que haya pasado, se puede volver a él y sentirse como en casa. Así me sentí este mes de enero cuando tuve la dicha de conversar sosegadamente con él.
Aunque nacido circunstancialmente en Matlapa, en el sureste del estado de San Luis Potosí, su natalicio fue registrado en Chapulhuacán, población del norte del estado de Hidalgo en la que residía su madre. Allí transcurrió su infancia y parte de su adolescencia. A los 15 años de edad se trasladó a la Ciudad de México para estudiar la preparatoria, ciudad en donde vive desde entonces.
Hizo sus estudios universitarios en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México y se especializó en la Unidad de Patología del Hospital General antes citado. Alumno aventajado del doctor Jorge Albores Saavedra, patólogo quirúrgico mexicano de fama internacional, pronto destacó por su notable capacidad diagnóstica y despuntó como maestro desde los inicios de su carrera. Ha contribuido a la literatura de su especialidad publicando alrededor de 130 artículos en revistas arbitradas e indexadas y tres libros.
En estos cincuenta años de fructífero trabajo, Arturo Ángeles ha cumplido sobradamente con la definición que Pedro Laín Entralgo hacía de un maestro: “… es el docente que de manera asidua y próxima, con su ejemplo y su consejo ayuda a que el discípulo vaya realizando su personal vocación y construyendo su propia obra”. Eso ha sido para mí y para todos sus alumnos. Siempre ahí, atento a la evolución de sus pupilos, guardando con discreción una distancia prudente para no interferir, pero a la vez cercano para brindar el consejo solicitado e incluso para consolar cuando los errores diagnósticos que nos esperan en cada esquina ponen de relieve nuestras humanas limitaciones.
Algo más. Él es uno sin par de una especie profesional condenada a la extinción: la del patólogo general, “capaz de ver las conexiones entre los distintos campos que han sido separados, y advertir lo que los especialistas de una determinada disciplina, los entendidos, no han sido capaces de ver”, como dice Peter Burke. Quiero agradecer desde lo más profundo de mi corazón la vida copiosa en frutos del doctor Arturo Ángeles Ángeles, el maestro, el mentor, el colega y el amigo.
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