El ciudadano atento
Analogías Inquietantes
Dr. Luis Muñoz Fernández
El doctor Francisco González Crussí, patólogo y escritor, afirma que “es algo trillado aunque cierto que las lecciones de la historia son ambiguas” (A short history of medicine, 2007). Y aunque, pese a lo que decía George Santayana, la historia no se repite, en estas últimas tres semanas a partir del 20 de enero de 2025 estamos siendo testigos de dichos y acontecimientos que nos remiten a los ocurridos cien años atrás, cuando empezaba a asomar su diabólida faz el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP) encabezado por Adolf Hitler.
Signos y síntomas que constituyen un síndrome que el periodista Siegmund Ginzberg, judío nacido en Estambul y emigrado a Italia en los años cincuenta, describe en un revelador ensayo precisamente titulado Síndrome 1933 (Gatopardo Ediciones, 2024). El autor aclara desde el principio y lo reitera a lo largo de sus páginas que no está afirmando que lo ocurrido en Alemania durante el período de entreguerras (1918-1939) esté por suceder en el presente o en el futuro inmediato.
Ginzberg publicó su obra en español el 4 de noviembre de 2024, un día antes de las elecciones presidenciales de los Estados Unidos, pero estudiando aquella etapa de la historia encontró analogías con lo ocurrido en Europa durante los últimos años, especialmente el auge de los partidos nacionalistas de extrema derecha y lo que manifestó Donald Trump durante su campaña. Creo que de haberlo escrito hoy, confirmaría lo acertado de las analogías descritas en su libro.
Desde luego que hay diferencias más que sustanciales entre ambos períodos históricos, por eso Ginzberg usa el término “analogía”, que el diccionario define como “relación de semejanza entre cosas distintas”. Pero de la similitud entre lo ocurrido entonces y lo que estamos atestiguando hoy es, además de asombrosa, sumamente inquietante. Por ejemplo, hoy no se sataniza a los judíos, sino a los inmigrantes, a los que se califica de manera similar a la usada en los años treinta con los judíos, particularmente los judíos provenientes de Rusia y Polonia, los judíos del Este (Ost-Juden), que emigraron y se instalaron en Alemania de manera definitiva o provisional:
«Venían del Este. Huían de las guerras, las matanzas y la pobreza. En las fantasías alimentadas por la prensa eran ladrones, asesinos y violadores. Una de las primeras medidas del nuevo gobierno [el encabezado por Hitler en 1933] fue un “Decreto de Inmigración” que impedía la llegada de más judíos. Los nazis no tenían reparos de pasar por “malos”. De hecho, era importante para ellos. Sobre todo porque el odio a los inmigrantes iba de la mano del odio a las élites […] El judío oriental “vive con el miedo encima”, “sólo tiene obligaciones y ningún derecho, salvo los que figuran en un pedazo de papel que, como ya se sabe, no garantizan nada”. Los desprecia todo el mundo».
Siegmund Gizberg nos proporciona datos muy interesantes, como el hecho de que el vencedor de las elecciones generales austriacas de septiembre de 2024 fuese el partido de la Libertad de Austria (FPÖ), “cuyo primer presidente fue Anton Rainthaller, antiguo miembro de las SS”.
Hoy en los Estados Unidos se insta a la ciudadanía para que denuncie a cualquier inmigrante ilegal (todos son criminales y violadores) a cambio de una recompensa de mil dólares. Además, se han ampliado o reabierto las instalaciones de Guantánamo para confinar a los detenidos en el más puro espíritu de los campos de concentración de los nazis, diseñados en un inicio para los enemigos políticos, los “ladronzuelos, buscavidas y estafadores”. Donald Trump, acompañado de la taimada sonrisa de Benjamin Netanyahu, acaba de anunciar con una frivolidad pasmosa que pretende apoderarse de la Franja de Gaza para llevar a cabo una limpieza étnica en toda regla y convertir aquel territorio palestino en un centro turístico y recreativo para “gente del mundo” (sus compinches), que la prensa ya empieza a llamar “Mar-a-Gaza” o “Gaza-a-Lago”, como su resort en Florida.
Mucho cuidado, no vayamos a pecar de ingenuos suponiendo que lo que estamos viendo son puras bravatas de un orate. Como dice Ginzburg: “Al Hitler consagrado en 1933 no lo vieron venir”.
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