Programa Universitario de Investigación sobre Riesgos Epidemiológicos y Emergentes

 

El ciudadano atento 

Universidad Inc.

Dr. Luis Muñoz Fernández 

Igual que sucede en el ámbito de la medicina, particularmente en los hospitales públicos, en las últimas décadas la universidad ha sufrido un proceso de corporativización. Según Beltrán Jiménez Villar, profesor de filosofía en formación de la Universidad de Granada, esto significa que “los modelos organizativos, de control y evaluación propios de empresas que compiten en la economía de mercado han sido adoptados por las universidades, bajo el pretexto de una mayor eficiencia y rigurosidad. Esta transformación ha afectado a la carrera académica al someterla a los mismos principios de rentabilidad”.

Lo anterior forma parte de la presentación de un libro escrito por las profesoras de humanidades canadienses Maggie Berg y Barbara K. Seeber, titulado The Slow Professor (El profesor lento). Desafiando la cultura de la rapidez en la academia, publicado en español por la Editorial Universidad de Granada (2022), una fuerte llamada de atención hacia la tan poderosa como lamentable hegemonía de lo administrativo y sus instrumentos burocráticos de tortura en el delicado ámbito de la educación universitaria, con la consiguiente alienación de sus actores principales: los profesores y los alumnos. Todo ello gracias al respaldo entusiasta de las autoridades responsables y, hay que decirlo, con la complaciente y acrítica colaboración de buena parte de los afectados.

Berg y Seeber nos ofrecen una reflexión sumamente documentada de este fenómeno. Como son profesoras de literatura, acuden a la misma para ilustrarlo. Citan, por ejemplo, la novela La vida en sordina, de David Lodge, en la que un estudiante se queja de que su supervisor nunca está disponible: “Probablemente no tiene tiempo suficiente […]. Tal vez está demasiado ocupado asistiendo a reuniones, preparando presupuestos, haciendo evaluaciones de personal, y haciendo todas las cosas que los profesores tienen que hacer hoy en día en lugar de pensar”.

Yo mismo, que dediqué 25 años a la enseñanza universitaria, he sido testigo de esta transformación del quehacer docente. De hecho, es una de las razones por las que decidí abandonar una actividad que antes me resultaba mucho más satisfactoria. La “tiranía burocrática”, como la llama la filósofa Remedios Zafra, se ha impuesto de manera abrumadora en las universidades públicas y, no se diga, en las privadas, que obedecen a los mecanismos de control y sus cadenas de sumisión que se extienden desde los alumnos hasta las instituciones educativas y gubernamentales, cebándose con especial saña en los catedráticos.

En un artículo reciente publicado en El País, Zafra se pregunta: “¿En qué momento normalizamos que el tiempo debe dedicarse más a justificar un trabajo que a ese trabajo? ¿Cuándo pasamos por alto el riesgo de neutralización de tantos investigadores, creadores y docentes entretenidos en buscar si el mérito 1 coincide con la justificación A? ¿Cuándo esos trabajos, que en su mayoría amamos, fueron aplazados para convertirnos en gestores y administradores de datos, legitimando un sistema excedido en evaluaciones, llevándonos a la rutina en que la vida se nos hace concurso perpetuo? […] Hablo de burocracia pero no lo es solamente. Es todo el entramado de tareas que las tecnologías digitales bajo las fuerzas monetarias han vertido en nuestros días y que nacen de la conexión permanente”.

Martha C. Nussbaum, filósofa estadounidense, publicó en 2010 Sin fines de lucro. Por qué la democracia necesita de las humanidades. En las primeras páginas, cita estas proféticas palabras del escritor indio y Premio Nobel de Literatura 1913 Rabindranath Tagore:

“La historia ha llegado a un punto en el que el hombre moral, el hombre íntegro, está cediendo cada vez más espacio, casi sin saberlo […] al hombre comercial, el hombre limitado a un solo fin. Este proceso, asistido por las maravillas del avance científico, está alcanzando proporciones gigantescas, con un poder inmenso, lo que causa el desequilibrio moral del hombre y oscurece su costado más humano bajo la sombra de una organización sin alma”.

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