El ciudadano atento
La fuerza de voluntad
Dr. Luis Muñoz Fernández
Aunque había nacido en Cuba, mi madre hablaba perfectamente catalán y se lo escuché decir muchas veces: “hem de fer un pensament” (literalmente, “tenemos que hacer un pensamiento”). Esa expresión, que no sé si se siga usando en la actualidad, significa “tendríamos que ir pensando en…”, es decir, es lo que precede a la decisión, para después pasar a la acción. Ahí anida una de las fuerzas más poderosas con las que cuenta el ser humano: la voluntad. También la más difícil de obtener y mantener a lo largo de la vida. Casi tanto como la congruencia.
No tuve que ir muy lejos para encontrar ejemplos de fuerza de voluntad. Tras vivir una guerra y sobreponerse a numerosas adversidades, mis padres, mis abuelos y mis tíos fueron mis primeros ejemplos. Podría referirme a ellos como lo hacía Santiago Ramón y Cajal con su padre:
“Con su sangre me legó prendas morales, a que debo todo lo que soy: la religión de la voluntad soberana; la fe en el trabajo; la convicción de que el esfuerzo perseverante y ahincado es capaz de modelar y organizar desde el músculo hasta el cerebro, supliendo deficiencias de la Naturaleza y domeñando hasta la fatalidad del carácter, el fenómeno más tenaz y recalcitrante de la vida”.
Sólo para darnos una idea de cómo era el padre de Cajal, de orígenes humildísimos, basta leer lo que nos dice sobre él Francisco Cánovas Sánchez, autor de Cajal. Maestro, científico y humanista:
“Tras ganarse la vida trabajando como pastor, mancebo, barbero, practicante y sangrador, a los veinte años emprendió viaje a pie a Barcelona para buscar mejores oportunidades… Realizando un considerable esfuerzo, en 1848 logró el titulo de cirujano de segunda clase, nivel intermedio entre el cirujano y el sangrador… Haciendo gala de un empeño indeclinable, prosiguió los estudios, logrando el 20 de marzo de 1862 la licenciatura en Medicina, su anhelada aspiración de siempre”.
El gran valor que le daba Cajal a la fuerza de voluntad se refleja en aquel discurso que pronunció el 5 de diciembre de 1897, cuando ingresó a la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Madrid. Este discurso, “con numerosos retoques y desarrollos” (palabras de Cajal), se convirtió en un libro que se sigue reeditando hoy para provecho de las nuevas generaciones de científicos. Titulado Reglas y consejos sobre investigación científica, a partir de su segunda edición (1899) se le agregó un subtítulo por el que es más conocido: Los tónicos de la voluntad.
Lo leí en una edición de la Colección Austral hace muchos años. Con el tiempo, me hice de otras ediciones, una de ellas se la obsequié a mi hijo que, al igual que mi esposa y mi hija, me ha dado grandes muestras de fuerza de voluntad. La edición que estoy consultando en estos momentos fue un obsequio de María de los Ángeles Langa Langa, quien fuera responsable de la biblioteca del Instituto Cajal, dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España.
El capítulo V lo dedica Cajal a describir las enfermedades de la voluntad que se ceban con ciertos científicos. Divide a “estos ilustres fracasados” en las siguientes clases: dilettantes o contempladores, eruditos o bibliófilos, organófilos, megalófilos, descentrados y teorizantes. Sobre los bibliófilos dice que desconocen una verdad trivial: “que la erudición posee muy escaso valor cuando no representa la preparación y el pródromo de la acción personal intensa y perseverante”.
José Ramón Alonso, neurocientífico y catedrático de Biología en la Universidad de Salamanca, es un gran admirador de Cajal. Publicó en 2023 Citas con Cajal, libro en el que reúne más de 1,500 frases y reflexiones del sabio. Sobre la voluntad, destaco la siguiente:
“Si hay algo en nosotros verdaderamente divino, es la voluntad. Por ella afirmamos la personalidad, templamos el carácter, desafiamos la adversidad, corregimos el cerebro y nos superamos diariamente”.
Así como mis mayores me heredaron el valor de la fuerza de voluntad, quisiera yo que ese fuese el principal legado para mis hijos. No se necesita mucho más para andar por la vida, ganar de manera honrada el diario sustento y, con un poco de suerte, alcanzar nuestras metas.
Comentarios a : cartujo81@gmail.com
Artículos anteriores: