Programa Universitario de Investigación sobre Riesgos Epidemiológicos y Emergentes

 

El ciudadano atento 

Un cirujano singular (cuarto parte)

Dr. Luis Muñoz Fernández 

Al final, asuntos de vida o muerte (And Finally, su título original en inglés) es posiblemente el más personal de los tres libros de Henry Marsh. Los es porque el médico, observador atento, pero necesariamente distante de la enfermedad, deja su privilegiada posición para sumarse a la legión de pacientes que él mismo ha tratado a lo largo de su vida profesional. Una vida que ha llegado a su fin con la jubilación y que continua en un segundo plano, que es el que nos está reservado a quienes voluntaria o involuntariamente hemos decidido ya no formar parte activa de la cadena productiva en la que hemos estado insertos hasta ahora.

Sus reflexiones son muy interesantes y dichas así, con su desapasionado estilo, despojado ya de cualquier deseo de notoriedad, se convierten para lectores como el que escribe en el espejo de las propias experiencias, con aciertos y errores, que hasta ese momento no habían sido plasmadas por escrito y expuestas a la luz pública:

“Igual que la mayoría de los médicos, a mí me gustaba pensar que era amable y compasivo, pero no fue hasta que recibí un diagnóstico de cáncer cuando me di cuenta de la gran distancia que separa a los pacientes de sus doctores y lo poco que estos últimos entienden el calvario por el que pasan. Además, como observó el gran arquitecto Frank Lloyd Wright, los médicos pueden enterrar sus peores errores y olvidarlos, mientras que un arquitecto sólo puede aconsejar a su cliente que plante enredaderas para cubrir el espanto que ha construido”.

Henry Marsh siente pasión por la carpintería y a lo largo de vida realizó personalmente buena parte de las remodelaciones de las distintas casas en las que vivió. Para ello siempre contó con un taller construido por él mismo, bien dotado de herramientas, y adquirió diversos lotes de madera que fue guardando para usos posteriores que imaginó en su mente. Ahora, cerca del fin, se da cuenta de que mucha de aquella madera atesorada tal vez no llegará a usarla nunca:

“…a medida que la vejez y la decadencia se aproximan, el placer empieza a desvanecerse y va dado paso a una sensación de inutilidad, incluso de fatalidad… Además, cualquier cosa que fabrique ahora durará más que yo, por lo que sólo debería hacer algo que merezca sobrevivir por su propio valor. Ya no tengo la excusa del artesano que, después de detectar todas las fallas en lo que ha hecho, aunque sean invisibles para los demás, puede prometer que lo hará mejor la próxima vez”.

A cierta edad nos damos cuenta de que mucho de lo que acumulamos en la vida –en mi caso libros– no cumplirá su propósito porque ya no tendremos el tiempo de disfrutarlo. Nos queda el consuelo de que tal vez lo gocen nuestros descendientes, pero, ¡quién sabe! A lo que nosotros le otorgamos gran valor no es necesariamente lo mismo que apreciarán nuestros hijos y nietos. ¡Cuántos legados se han perdido y olvidado por el desinterés, el descuido y la incuria!

“Tenía planeado ir a ver a un colega por mis problemas prostáticos, cada vez más irritantes”, nos dice Marsh. Y lo hizo. Tras interrogarlo y examinarlo, el urólogo le ordenó que se hiciese un examen del antígeno específico de la próstata (PSA, por sus siglas en inglés):

“De modo que cuando una sencilla prueba reveló que tenía un PSA de 127 no podía creerlo. Sólo el cuatro por ciento de los hombres con cáncer de próstata presentan un PSA mayor de 100; en la mayoría de los casos de cáncer queda muy por debajo de 20. Una frenética búsqueda en Google, azuzada por el pánico, me indicó que la mayoría de los hombres con un PSA por encima de 100 mueren en pocos años”.

Ha llegado el momento de la verdad, como nos llegará a todos en una forma u otra. Veremos cómo lo toma el doctor Henry Marsh.

Comentarios a : cartujo81@gmail.com

Artículos anteriores:
Un cirujano singular (tercer parte)
Un cirujano singular (segunda parte)
Un cirujano singular (primera parte)
Buitres
Transparencias e impudicias
Sestear (segunda parte)
Sestear (primera parte)
La doblez de los poderosos
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Pobres monos pobres
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