Programa Universitario de Investigación sobre Riesgos Epidemiológicos y Emergentes

 

El ciudadano atento 

El bosque

Dr. Luis Muñoz Fernández 

El pasado jueves 29 de junio de 2023, Víctor Hugo Salazar Ortiz y poco después, el domingo 2 de julio, Salvador Camacho Sandoval y Yolanda Padilla Rangel, escribieron sendos artículos sobre un crimen en curso que destruiría buena parte del Bosque de los Cobos, una de las pocas arboledas que tenemos en nuestro Estado. De inmedito vino a mi memoria la letra de una canción de Serrat titulada Padre:

“Padre, digame qué le han hecho al bosque que ya no tiene árboles.
Con qué leña encenderemos el fuego y en qué sombra nos cobijaremos.
Padre, que el bosque ya no es el bosque.
Padre, si no hay pinos, no habrá piñones, gusanos, ni pájaros.
Si no hay flores, no habrá abejas, cera, ni miel.
Padre, antes de que oscurezca, esconda algo de vida en la despensa…
Pero asómese, padre, porque ellos son los que están matando a la Tierra…
Padre, deje usted de llorar, que nos han declarado la guerra”.

Entre tantos crímenes cotidianos, el asesinato de árboles en nombre de un mal entendido progreso no atrae nuestro interés. Necesitamos despertar del sopor y la indiferencia que nos induce el arrullo de los que nos están esquilmando. Si no, pronto nos encontraremos desnudos en medio del desierto ardiente. Ya los calores de junio nos anunciaron un futuro inmediato de agobio y sed, no sólo para nosotros, sino para todo lo viviente.

“He visto y escuchado muchas veces al bosque reclamando que lo contemplemos y escuchemos”, nos dice Joaquín Araújo, naturalista y escritor. Pero no lo hacemos porque quienes vivimos en las ciudades hemos olvidado la sensación de cobijo que nos brindan los bosques. Y si nosotros no escuchamos, ellos, a los que Serrat llama “monstruos de carne con gusanos de hierro”, esos empresarios que buscan enriquecerse todavía más con sus negocios inmorales, se mofan del bosque y, en connivencia con las autoridades a las que untan las manos, depredan sin control en nombre del “bien común”, agazapados en los huecos legales que convenientemente les ofrece el Código Urbano. Por fortuna, la orden de un juez los ha detenido… por ahora.

Se necesita observar y pensar para tener una sensibilidad que va mucho más allá de satisfacer nuestros apetitos más apremiantes. Volvamos a leer a Joaquín Araújo:

“Basta un poco de imaginación y memoria para aceptar que somos como somos porque fuimos bosque. Sí, así, sin preposiciones… Por mucho que se nos quiera olvidar, este planeta está vivo porque el 99% de lo viviente es vegetal. Sumenos que toda especie, de cualquiera de los cinco reinos de la vida, resulta imposible sin su ambiente. Pues bien, nuestro origen, como línea evolutiva, es inseparable de los primates que durante no menos de seis millones de años se anduvieron por las ramas. Cuando bajamos de los árboles para intentar la locomoción bípedo/erguida ya llevámamos puesta la mayor parte de la dotación anatómica y fisiológica que ahora nos deja pensar, sentir, hablar y recordar.

Incluso tenemos una apariencia general de árboles. Tenemos tronco y brazos como ramas, y piernas que no ahondan en los suelos pero que nos dejan caminar sobre los mismos. Acaso una cierta empatía por lo que se nos asemeja está en la base del inconsciente admirar a los árboles, por desgracia tan olvidado por tantos”.

Matar árboles para construir desarrollos inmobiliarios en el Bosque de los Cobos es un crimen que viene a sumarse a los muchos que ya no nos estremecen.

Comentarios a : cartujo81@gmail.com

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